viernes, 20 de abril de 2018

EL VERDADERO CASO DE LAS HADAS DE COTTINGLEY

Para la redacción del caso Cottingley, nos inspiramos en dos fuentes muy distintas: la archifamosa historia de detectives de “El Halcón maltés” y un caso real, que ocurrió en Inglaterra, en 1917, a finales de la Primera Guerra Mundial: un avistamiento de hadas en el tranquilo pueblo de Cottingley. 

Era verano y Elsie Wright, de 16 años, le sacó una foto a su prima Francis en un arroyo. En ella aparecían unas extrañas manchas luminosas y al preguntarle su padre lo que era, ella dijo que eran “mis amigas las hadas”. 
 

Semanas más tarde, sacó más fotos, y una se ve a la niña contemplando la danza de una especie de duende alado y en la segunda, la adolescente observa el ramo de flores que ofrece una diminuta mujer alada, una perfecta Campanilla. 

Todo podía haber acabado allí, pero el mismísimo Arthur Conan Doyle se interesó por la historia. El creador de Sherlock Holmes creía en todo lo paranormal con una fe tan firme como la que mostraba su detective en el poder de la lógica deductiva, así que publicó lo sucedido en una revista, Strand Mgazine, y el artículo causó sensación: atrajo a miles de visitantes a Cottingley, que pasó a ser conocida como “el País de las Hadas”, una auténtica fiebre feérica que duró un tiempo.


Un espiritista acudió el lugar, entregó dos cámaras a las niñas y les animó a que trataran de sacar más fotos de sus amigas. Y lo increíble es que lo consiguieron. En 1921 se tomó otra instantánea con una nueva hada en un prado. Y fue entonces cuando Doyle escribió un libro con las imágenes que tituló “La venida de las hadas”


 
En los años ochenta, las dos primas fueron entrevistadas por un reportero del Daily Express, al que le confiaron dos secretos: el primero, que ellas realmente habían visto a las hadas, y que se aparecían además a otros niños de la región, aunque parece que no les gustaba salir con lluvia. La segunda revelación fue mucho menos sorprendente: habían falsificado las fotografías.

 Parecer ser que Elsie Wright había trabado en un estudio de fotografía, a pesar de su corta edad, y de ahí habría sacado los conocimientos para trucar las fotos, empleando unos simples muñecos. 
 
Pero ambas ancianitas juraron y perjuraron que la última imagen (la menos clara) era real, y que, por eso mismo, se habían sorprendido más que nadie. 

 

miércoles, 17 de enero de 2018