Para la redacción del caso Cottingley, nos inspiramos en dos fuentes
muy distintas: la archifamosa historia de detectives de “El Halcón
maltés” y un caso real, que ocurrió en Inglaterra, en 1917, a
finales de la Primera Guerra Mundial: un avistamiento de hadas en el
tranquilo pueblo de Cottingley.
Era verano y Elsie Wright, de 16
años, le sacó una foto a su prima Francis en un arroyo. En ella
aparecían unas extrañas manchas luminosas y al preguntarle su padre
lo que era, ella dijo que eran “mis amigas las hadas”.
Semanas
más tarde, sacó más fotos, y una se ve a la niña contemplando la
danza de una especie de duende alado y en la segunda, la adolescente
observa el ramo de flores que ofrece una diminuta mujer alada, una
perfecta Campanilla.
Un espiritista acudió el lugar,
entregó dos cámaras a las niñas y les animó a que trataran de
sacar más fotos de sus amigas. Y lo increíble es que lo
consiguieron. En 1921 se tomó otra instantánea con una nueva hada
en un prado. Y fue entonces cuando Doyle escribió un libro con las
imágenes que tituló “La venida de las hadas”.
En
los años ochenta, las dos primas fueron entrevistadas por un
reportero del Daily Express, al que le confiaron dos secretos: el
primero, que ellas realmente habían visto a las hadas, y que se
aparecían además a otros niños de la región, aunque parece que no
les gustaba salir con lluvia. La segunda revelación fue mucho menos
sorprendente: habían falsificado las fotografías.
Parecer ser que
Elsie Wright había trabado en un estudio de fotografía, a pesar de
su corta edad, y de ahí habría sacado los conocimientos para trucar
las fotos, empleando unos simples muñecos.
Pero
ambas ancianitas juraron y perjuraron que la última imagen (la menos
clara) era real, y que, por eso mismo, se habían sorprendido más
que nadie.